sábado, 5 de marzo de 2016

Paradoja venezolana: extrema sed, oscuridad y pobreza a pesar de la excesiva posesión de agua y petróleo


Gilberto Carreño / 
Caracas, 5.03,2016

En la teoría del subdesarrollo venezolano, nos encontramos con una inmensa documentación que nos demuestra las causas y consecuencias de un proceso degenerativo de un país que, de pujante exportador de productos agrícolas y en algún momento de su historia de bienes manufacturados, pasó a convertirse en la nación improductiva, empobrecida y cargada de problemas ambientales que es hoy día.

Puedo señalar que en mi paso por el Ministerio del Ambiente, como director de Información y Relaciones Públicas, durante la gestión de Enrique Colmenares Finol, a finales de la década de los 90, pude conocer una versión que escuché repetir a los altos funcionarios y técnicos de ese despacho sobre el origen de los principales problemas que para entonces se evidenciaban en el país, para comprender un tanto la terrible crisis que hoy afecta a esta nación pródiga en recursos naturales, donde petróleo y agua lucen como protagonistas: la excesiva concentración poblacional en el eje centro-norte costero, que venía ocupando alrededor del 2% por ciento del territorio nacional en la región con menores recursos hídricos. Como se sabe, en notable contraste con lo que ocurre en esta estrecha faja, en el sur se concentran las más importantes fuentes de producción de agua, mientras que por otra parte, se evidencia el papel del petróleo, nefasto para algunos y beneficioso para otros, en la suerte o mala suerte del proceso experimentado por la Venezuela que hoy tenemos.  

El conocimiento  de la problemática ambiental del país nos permite concluir en que,  como en la gran mayoría de las naciones del mundo, destacan hechos directamente relacionados con el comportamiento de la economía y el desarrollo de nuestras sociedades en la búsqueda cada vez más exigente de su bienestar y confort.

Y así como atribuimos al explosivo crecimiento poblacional el origen de la mayoría de los problemas que afectan al globo terrestre, consideramos que, en relación con Venezuela, estos comienzan con el inicio de la explotación de los grandes yacimientos petroleros descubiertos en distintas regiones del país, especialmente ubicadas en el mencionado eje territorial.
Conocemos, por una parte, los efectos de la irrupción de la industria petrolera en la economía domestica, al sustituir por petróleo la pujante actividad agrícola que además de satisfacer la demanda interna de productos constituyó la principal fuente de captación de divisas, con sus exportaciones de renglones de gran demanda en el exterior, especialmente de café y cacao; con el agravante de que provocó el éxodo de agricultores de sus lugares de origen hacia los distintos puntos donde se iniciaba la explotación petrolera para emprender oficios que hasta ese momento desconocían.

En su evolución, además de ocupar la mano de obra dedicada primordialmente a las tareas del agro y la cría, la petrolera fue impulsando progresivamente otras actividades industriales dedicadas a la producción de diversos bienes manufacturados y servicios,  y con ella  una acelerada expansión del comercio, que además introdujo los nefastos hábitos de la importación de todo tipo bienes, hecho determinante en la situación de dependencia que hoy hace crisis  terminal en la economía del país.

Así, con estos cambios en la base de la economía, el  país comenzó a sufrir un terrible éxodo poblacional desde los distintos puntos del territorio nacional hacia la zona centro-norte-costera,  potenciando como secuela de este proceso emigratorio hacia las zonas del país donde aumentó el circulante monetario generado por las nuevas actividades,  el desarrollo de auténticos cinturones de marginalidad en las principales ciudades, con las consecuencias socioambientales que están a la vista de todos. Podemos observar cómo se demuestra en el caso venezolano la teoría del subdesarrollo planteada durante los años 60 por el economista e investigador sociólogo brasileño, Celso Furtado, según la cual los lugares cuyas riquezas son más explotadas resultan generalmente las más arruinadas.

En los primeros estudios sobre el particular, condensados en un excelente trabajo patrocinado por la extinta operadora de Petróleos de Venezuela, Maraven, titulado Serie de estudios regionales y sistemas ambientales venezolanos, publicado en 1987 se afirma:
Así vemos, por ejemplo, como el país creció sin una perspectiva del orden, al asentar el 95% de su población al norte del río Orinoco. En este lugar se localiza además, la mayor parte de su planta industrial, el más grande empleo de la manufactura y el mayor cúmulo de desajustes espaciales

Igualmente, en la síntesis del Plan Nacional de Ordenación del Territorio, publicada por la respectiva comisión integrada, entre otros organismos, por Cordiplan y el Ministerio del Ambiente (1998), se indicaba en relación con este aspecto, lo siguiente:  “La concentración tiene la máxima expresión en la región centro norte-costera, que ocupa menos del 2% del Territorio Nacional. En ella se ubica el 38% de la población, el 70% de los establecimientos industriales, el 75% del empleo manufacturero, el 57% del valor agregado, el 61 por ciento del valor de la producción bruta y el 40% del capital fijo del país. De igual manera en esta región se ubica el 69% de establecimientos comerciales de la nación y se concentra el 8% de las actividades Bancarias y Comerciales.”  Recordemos al respecto, que estas consideraciones corresponden a los años 1987 y 1998; hoy se estima en más de 30 millones de habitantes la población venezolana.

Se da en Venezuela un desarrollo económico  similar al que comenzaba a tener  lugar simultáneamente en otros países, caracterizado en la explotación irracional de los recursos (forestales y mineros, entre otros) y en la producción de los desechos que cada día ahogan más al país en basura, contamina los cuerpos de agua y la atmósfera y, en general, destruye los hábitats naturales y el propio medio urbano que habitamos, y lo cual se traduce en daños a la salud de las personas, con los riesgos implícitos sobre los seres vivientes en general.

Y ese hecho de ser Venezuela un país fundamentalmente productor y exportador de petróleo ha determinado que su principal problema ambiental hoy día se encuentre relacionado con la exploración, explotación y comercialización del hidrocarburo y sus derivados. Cuerpos de agua de la importancia del lago de Maracaibo y las costas del país, son crueles testigos de  esta afirmación, sin contar con los derrames de importancia que, como el que afectó en el 2012 al ecosistema del  río Guarapiche, en el estado Monagas.


Todo lo anterior, vinculado con una manera miope  que ha caracterizado a la administración pública nacional desde la instauración de la democracia, especialmente  profundizada esta ceguera durante los últimos 23 años, es decir, los cinco años de gestión del presidente Caldera y los que lleva el chavomadurismo al desatender, por una parte,  aquel llamado de alerta que desde los años 45 lanzaba el notable escritor Arturo Uslar Prietri con su advertencia de sembrar el petróleo, la cual se traducía en invertir en desarrollo los recursos provenientes de esa, para entonces naciente industria; y por la otra, al echar al cesto de la basura proyectos tan importantes como el de no solo detener el éxodo poblacional desde el sur hacia el centro y norte del país, sino impulsar el aprovechamiento de todo el potencial productivo (agrícola, energético-hidráulico,  forestal, pesquero y minero) de esa región sur del país, atravesada de oeste a este por los grandes ríos Orinoco y Apure, lo cual habría permitido revertir el éxodo de trabajadores en busca de ocupación en las distintas actividades productivas que allí se planteaban, sino garantizar a la población los productos que hoy reclama para subsistir, incluyendo la electricidad. Quien tenga memoria que recuerde aquel llamado Programa Orinoco-Apure al cual dedicó cuantiosas inversiones el Ministerio del Ambiente, cuando de verdad era un Ministerio del Ambiente.       

@CIRCULOAMBIENTE